Señores miembros del consejo ejecutivo de la Mesa de Diálogo y Representación Cristiana;
Señores ejecutivos de nuestras organizaciones afiliadas;
Señores ejecutivos, miembros y representantes de organizaciones hermanas,
Señores miembros de organizaciones paraeclesiásticas,
Señores miembros de organizaciones civiles,
Señores miembros de la prensa
Invitados especiales, hermanos todos.
Señoras y señores:
Con su anuencia debo y quiero agradecer a Dios la gran oportunidad de servir a la iglesia, al país y a todos ustedes desde esta posición como presidente de la mesa de Diálogo y Representación Cristiana, también en agradecimiento a los hombres y mujeres de esta organización que con su voto en nuestra pasada asamblea ordinaria decidieron poner en mis manos y las de este cuerpo ejecutivo la responsabilidad de dirigir esta prestigiosa organización.
Agradezco además a mi familia sobre la cual y con la ayuda de Dios descansa el peso de mis responsabilidades.
Hoy recibo mandato para dirigir una institución relativamente joven en su existencia, pero que ha exhibido un amplio espectro de trabajo en la correlación de esfuerzos eclesiásticos de nuestro país, en aras de influir de manera positiva en las áreas espiritual, moral y social de nuestro país.
Lo hago con alegría y entusiasmo, pero sobre todo enraizado en el poder de Dios y la unificación de fuerzas que de seguro será efectiva en este cuerpo ejecutivo, haremos todo a nuestro alcance para honrar los logros ya obtenidos por la anterior gestión y potencializar al máximo la capacidad de avance que posee esta Mesa de Diálogo amparado en Dios, la capacidad y entrega de mis acompañantes en el consejo ejecutivo y que también se vislumbra en cada una de las organizaciones afiliadas representadas por sus más altos ejecutivos.
Siempre ha sido sagrado deber de esta mesa velar por el desarrollo de los valores éticos, morales y espirituales de nuestro país, así como luchar a favor de mantener un régimen de formación de familias conforme a los preceptos divinos, en este tiempo en que se ve amenazada la institución familiar, núcleo desde donde parte la formación de las sociedades.
De igual modo nos esforzaremos en propiciar un ambiente de alto nivel espiritual y armonía dentro de la institución y por extensión dentro del sistema evangélico en nuestro país donde no haya:
Ni excluidos, ni exclusivos.
Sobrevivir a las diferencias sin menosprecios y sin etiquetar a otros con epítetos negativos y desagradables, es la virtud de aquellos que le han permitido a Dios entrar en sus corazones y gobernar sus vidas en todo el sentido de la palabra. Dios no actúa de acuerdo a lo que pensamos, él, en su infinita voluntad y su sola potestad decide y actúa. En la correlación de las corrientes teológicas y prácticas litúrgicas, pareciera que intentamos sustraer la soberana voluntad de Dios a la nuestra, y así establecer al soberano un marco de acción acorde con nuestros criterios, ignorando que Dios tiene trato personalizado con cada individuo, cosa que no debemos juzgar los mortales.
Cuando no somos capaces de vivir nuestra fe en Dios sin descartar a los demás, nos estaremos excluyendo en el entendido de que Dios nunca actuará según nuestros criterios particulares y menos para imponérselos a otros. Es cierto que somos un pueblo escogido, pueblo adquirido por Dios, pero con una diversidad inmensa. Lo que implica que no existen exclusivos, sino un cuerpo en el cual cada miembro funciona en su designación para mantener la vida de dicho cuerpo.
El sacerdocio cristiano ha de ser asumido con suficiente entereza, humildad, sinceridad y responsabilidad de modo que ninguno cause heridas al cuerpo de Cristo y que, por el contrario nos ocupemos en su sanidad. Que nadie se sienta excluido, o en el otro lado, que nadie tenga sentimientos de exclusividad. La iglesia de Cristo es viva, y la vida se transforma sin perder su esencia. Mantengámonos unidos en la esencia de la vida de Cristo operando en los nuestros. La intolerancia ha causado a lo largo del tiempo y la historia profundas heridas en el cuerpo, heridas que debemos sanar en lugar de hacerlas sangrar. Las diferencias existentes no dañan por existir, sino por las formas y medios inadecuados que se utilizan para dirimirlas.
Dios no nos exige pensar igual sobre cuestiones teológicas y litúrgicas, es bien sabido el grado de dificultad que entraña la interpretación bíblica, si a esto sumamos que la interpretación de las Escrituras no es de carácter privado para que alguien se sienta confidente exclusivo de Dios, de modo que la exigencia de Dios es que seamos uno, y el derecho de incluir o excluir se lo dejemos a él. Permitamos a cada individuo, grupo o denominación, vivir su fe y su relación con Dios en libertad, al final, es el Señor quien hace según le permitimos obrar en nuestras vidas.
A todos los líderes de organizaciones eclesiásticas, paraeclesiáticas, de concilios, iglesias independientes, en todos los niveles, quiero decirles que trabajaremos en un clima de paz, de respeto de solidaridad y unidad, pues es la única víapara mantener el respeto ganado en nuestra sociedad, y cumplir así nuestra tarea de ser entes de equilibrio en una sociedad abrumada por los males de este tiempo que son inherentes al ser humano, y que solo la transformación divina en el ser humano los puede arrancar, y una aplicación permanente y correcta de las leyes, que son las normas reguladoras de las sociedades, los pueden controlar.
Hago pues, un llamado a la iglesia a cumplir con su rol profético desde la plataforma con la que Dios nos ha colocado, pues solo ahí tendremos las fuerzas necesarias y la credibilidad para combatir los males que nos afectan.
La iglesia es la iglesia y ya tiene su espacio y sus principios, vasta que los hagamos valer sin mendigar espacios para ello. La iglesia ya tiene poder en sí misma, y debe dejarse sentir sin necesidad de asientos en el tren burocrático del gobierno del Estado. En el entendido de que esta expresión puede ser mal interpretada se la explico mejor:
Que cuando un miembro de la iglesia ostenta un cargo político, no se interprete que la iglesia está ganando poder, sino más bien que se vea como un reflejo del poder de la iglesia.
La iglesia no se prestigia cuando gana poder terrenal, más bien las instituciones terrenales se prestigian cuando la iglesia llega hasta ellas. Los hombres y mujeres que desarrollan un ejercicio sacerdotal y eclesiástico bajo la dirección de Dios establecen diferencia agregando valores y principios dignidad y respeto al lugar donde llegan.
Finalmente, hacemos un llamado al gobierno dominicano en todas sus dependencias a mantener una aplicación permanente y correcta de las leyes para alcanzar un mejor nivel de convivencia.
La iglesia estará siempre del lado de los mejores intereses para el bienestar de la nación, la iglesia no constituye un apéndice gubernamental tampoco es una opositora a las ejecutorias del gobierno.
LA IGLESIA ES LA IGLESIA.
Muchas gracias y que Dios siga derramando sus ricas y abundantes bendiciones sobre cada uno de nosotros, sobre nuestros ministros, sobre nuestras organizaciones, sobre nuestras familias y sobre nuestro país.
25 de Abril del 2018
Salón la Mancha hotel Barceló Lina
Distrito Nacional, Rep. Dom.